martes, 25 de agosto de 2015

Tlacuilo I


El tlacuilo fue responsable de conservar la historia del pueblo mexica. En el taller “Tlacuilos” ofrecemos a los niños una pequeña muestra de su trabajo, y les damos la oportunidad de aprender nuevas formas de comunicarse con quienes les rodean.

El taller “Tlacuilos” responde a la necesidad de rescatar los saberes que en la antigüedad tenían una importancia vital pero que, por diversas circunstancias han permanecido olvidados. Y en medio de esta larga travesía hacia la revaloración de tradiciones no occidentales, el rescate de la figura del tlacuilo es, apenas, un granito de arena. Hace todavía dos generaciones, en México eran explícitos el rechazo y el menosprecio a toda lengua originaria bajo el argumento de que la lengua oficial en nuestro territorio era el español. Más aun, muchos llegaron a afirmar que quienes se empeñaban en hablar su lengua materna lo hacían porque no habían comprendido aun que el apego a su tradición era muestra de atraso y de ignorancia. A últimas fechas se ha modificado, al menos en el papel, dicha actitud. Así, varias instituciones en nuestro país y en el mundo han comenzado a rescatar, documentar y revitalizar, en nombre del respeto a la diversidad, estas lenguas originarias. No obstante, este gesto es insuficiente. La disposición a la apertura y al reconocimiento de la valía de las expresiones culturales que justifica las nuevas leyes, no es todavía una realidad en la vida diaria. Como muestra, baste recordar los desagradables y vergonzosos comentarios de Lorenzo Córdova, presidente del INE, filtradas a la opinión pública en mayo de 2015. Este solo evento es muestra del arraigo que ciertos prejuicios tienen aún en nuestra sociedad. 

Tlacuilo era el nombre que los mexicas daban a la persona encargada de pintar la tradición. Los saberes de la comunidad, sus costumbres, los sucesos importantes, la historia de los personajes representativos de la ciudad, así como la visión del cosmos, todo ello era preservado por el tlacuilo, de forma muy particular. Nosotros, por ejemplo, para preservar la historia de un pueblo o comunicar lo que nos sucede, lo que pensamos o lo que deseamos, juntamos ciertos signos con los cuales formamos palabras, y con éstas, ordenadas según ciertas reglas gramaticales, formamos oraciones. La técnica del tlacuilo es distinta: él no utiliza palabras, utiliza solo imágenes. 

Pero éstas imágenes no son simples dibujos, sino ideogramas. Por ello, el uso de los colores, la posición de los personajes, los objetos dibujados de tal o cual forma, todo tiene un sentido y un significado específicos, del cual debía tener un amplio conocimiento el tlacuilo. Nada en su técnica es arbitrario. 


La omisión de las letras en el trabajo del tlacuilo fue precisamente lo que sirvió como apoyo a la evangelización de la población mesoamericana. Para dar a conocer la nueva doctrina a una población mayoritariamente analfabeta, o para documentar las costumbres y tradiciones de los mexicanos, la técnica del tlacuilo fue un medio invaluable. 

Sin embargo, al pasar de los años el alfabeto castellano fue imponiéndose como el medio por excelencia para la comunicación escrita, al grado de desplazar por completo al tlacuilo, y dejar como único testigo del trabajo de estos hombres los códices coloniales (no hay que olvidar que la gran mayoría de los códices pertenecientes a la era precolombina fueron destruidos por el conquistador). A la fecha, los investigadores no han logrado descifrar la totalidad de las imágenes que aparecen en los códices sobrevivientes, no obstante, los esfuerzos por su interpretación ya han dado algunos valiosos frutos. Los trabajos del Dr. Joaquín Galarza son un  ejemplo de estos resultados, y son también un esfuerzo por compartir con el público no especializado el saber y la técnica del tlacuilo




lunes, 29 de junio de 2015

De dioses, huesos y semillas



Mictlantecuhtli, Señor del Lugar de los Muertos
¿Cómo surgieron los hombres y la mujeres de esta tierra? Cuentan los ancianos, que luego de la creación del Sol y la Luna los dioses se reunieron a pensar cómo hacer de nuevo a los hombres, pues los intentos anteriores no habían dado buenos resultados: los primeros habían sido grandes y muy torpes, y sólo comían raíces porque no sabían sembrar la tierra; los segundos, a consecuencia de las disputas entre Quetzalcóatl, Serpiente Emplumada, y Tezcatlipoca, Espejo Humeante, terminaron convertidos en monos; los hombres que se crearon después, fueron transformados en pájaros a causa de una lluvia de fuego, mientras que los de la cuarta época se tornaron peces, por una inundación que destruyó todo a su paso. Así que los dioses se sentaron juntos a pensar y a hablar, porque sólo así se resuelven los grandes problemas, y acordaron que en esta ocasión las cosas debían salir bien. Entonces, enviaron a Quetzalcóatl al Lugar de los Muertos a recoger los huesos de los hombres que habían perecido a causa del fuego, del viento o las inundaciones. El camino era largo y tortuoso, y fueron muchos los años que debió andar Quetzalcóatl. Luego de enfrentar innumerables peligros, Serpiente Emplumada logró por fin llegar al Mictlán, pero el Señor del lugar de los Muertos, Mictlantecuhtli, no quería darle los huesos, así que para impedir que se los llevara le impuso una prueba: Quetzalcóatl debía hacer sonar el caracol de Mictlantecuhtli. Serpiente Emplumada tomó el caracol, pero notó que éste no tenía agujero, y se supo engañado. Llamó entonces a los gusanos, para que hicieran un agujero en el caracol, y a las abejas, que entraron en el caracol y lo hicieron sonar. Al escuchar el caracol, el Señor del Lugar de los Muertos supo que debía cumplir su promesa, y eso no le gustó, de modo que, disimulando su furia, le dio los huesos a Quetzalcóatl, pero inmediatamente gritó: "¡Gentes del Mictlán!¡Se lleva los huesos!, ¡no lo permitan!". Para impedir que Serpiente Emplumada saliera de ahí con los huesos, los habitantes del Mictlán cavaron rápidamente un agujero, y en su prisa por huir Quetzalcóatl tropezó con él y cayó, regando y rompiendo los huesos. El dios tardó mucho tiempo en recuperarse de la caída. Cuando abrió los ojos, vio con tristeza que algunos huesos se habían perdido y otros habían sido picoteados por las codornices. Aunque apesadumbrado, se decidió a cumplir su deber y pensó: "Esto no ha salido bien, pero algo puede hacerse todavía". Recogió los huesos que quedaban y echó a andar hasta donde estaban los demás dioses esperándolo. Una diosa muy anciana tomó los huesos y los colocó dentro de una olla preciosa. Quetzalcóatl se acercó y los regó con su sangre y cada uno de los dioses ofrendó algo. De esos huesos y del sacrificio de los dioses nació la humanidad que  ahora puebla la Tierra.

Este sábado, nuestros niños del taller "Dioses mexicas", escucharon este mito de los antiguos mexicanos, y ayudándose de acuarelas y semillas, dieron nuevos colores y matices a sus dioses.